Qué somos sino un soplo de vida. Somos la hierba del campo,
que hoy florece y mañana
es echada al fuego.
¿Y qué hacemos? Por nuestra propia fuerza: Nada. En palabras del mismo Jesús “…separados de mi nada podéis hacer” (Juan 15:5). Entonces, ¿Por qué Dios nos ama? ¿Por qué dar su vida para salvar la de alguien que no es nada, y que nada puede hacer sin Él?
Dios no puede amarnos por lo que somos, porque nada somos. Y si es por lo que hacemos, ¿Qué sucedería si nos alejamos un poco de Él? Cuando algo se nos haga imposible, ¿Hasta ahí llegará su amor?
Entonces, ¿Es necesario dejar de hacer lo que queremos y comenzar a hacer lo que Él quiere, abandonar el camino que nos distancia para permanecer unidos a Él?
Por supuesto que sí, puesto que nadie ha obtenido el amor de Dios por merecerlo, nadie por mérito propio ha conseguido el favor de Dios. ¿Entonces nos amará por lo que hagamos o dejemos de hacer? De ninguna manera, pues no es por obras, para que nadie se gloríe, sino por Gracia que recibimos el amor de Dios. Porque aun el más vil pecador, si se arrepintiere de todo corazón, puede gozar del don divino; y el hombre más justo, si se desviare de su camino negando así su fe, todo lo que pudiese ganar en este mundo le seria poco para salvar la vida. Y ¡Ay! de aquel que desviase su corazón, porque “hay camino que al hombre le parece derecho, pero su final es camino de muerte”. (Proverbios 14:12)
Que bueno es seguir la voluntad de aquel que nos ha dado la vida, porque ajustado o no a lo que merecemos, es buena, agradable y perfecta. Aunque seamos nada y aunque nada podamos hacer, El nos da su amor, porque sencillamente es un regalo inmerecido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nos interesa tu opinión