Al templo fui a adorar con mis hermanos
Y cerrando los ojos te llamé
Mi pecho resonaba como un piano
Abandonando las cargas en tus manos
Me entregué.
No es tristeza lo que nubla mi pupila
No es quebranto largo ni hondo gemido
Solo es llanto conmovido
Es la vida
Es la muerte que ha sido vencida
El dolor para siempre despedido
Es mi alma agradecida
Por tu Hijo.
Y este amor tan quieto que parece
Un halo de luz sobre la mar
Este amor tan tibio que adormece
No se irá más nunca
No se irá jamás.
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