El delincuente no es una especie “antropomórfica” que azota a la gente decente… ¡De ninguna manera! Y aunque para muchos estas palabras puedan causar “piquiña”, los maleantes, corta bolsas, pillos, rateros, estafadores, secuestradores, hampones, jíbaros, traficantes, atracadores, malandros, ladrones, contrabandistas, extorsionistas, asesinos a sueldo, asalta bancos y blindados… y algunos que olvido mencionar por su polifacéticas actividades, y con ello me refiero a la creatividad que usan para combinar estos oficios…. Los choros son, y vuelvo a decirlo, personas como nosotros, es decir, nuestros hermanos.

Por alguna razón su personalidad y carácter los mantiene cautivos en la maldad, pero yo dejo ese tema para los sesudos analistas y me voy directamente a la motivación… La razón es muy sencilla, ¡son líderes espirituales en Potencia! y si todavía permanece leyéndome le agradezco su compañía aunque sólo sea por curiosidad, porque es muy fácil juzgar a los demás desde la comodidad de nuestra bombona cristiana; pero la realidad es que la línea divisoria entre el delincuente y el cristiano es una franja muy tenue y ancha, la cual pisamos constantemente sin darnos cuenta.

Los malhechores están hechos de la misma materia que nosotros, y anhelan las mismas cosas, pero en algún punto del camino, sus vidas se inclinaron a hacer el mal para satisfacer las necesidades sociales que son parte esencial del hombre y la mujer. Sin embargo el denominador común, o sea, lo que es igual entre ellos y nosotros, es la permanente búsqueda de la felicidad.

Sin embargo el delincuente escogió el camino más peligroso y vertical de todos, sus ojos van de aquí para allá revisando los peligros que se ciernen sobre él. Nada de lo que tiene es suyo, pues sabe que en cualquiera de los violentos giros que da su existencia, se verá obligado a  abandonarlo todo para proteger su libertad o en el peor caso, la vida misma. Es un ser que lucha por posicionarse, corrijo; montarse, en una torre tan alta que sea inalcanzable para los demás. Desde allí trata de ver una tierra donde llevar todo lo que ha logrado, con el objeto de librarse de tanto estrés y la eterna persecución por parte de la sociedad y sus enemigos.

Mientras todos discuten qué hacer con los delincuentes deberíamos abrir un debate y estudio sobre los modelos organizativos y códices de la delincuencia, con el objeto de desentrañar las causas originarias de sus actitudes. De esta forma desarrollar estrategias de evangelización para encausar esas manifestaciones negativas en expresiones de liderazgo productivas para la sociedad. Apedréenme si es necesario, pero Jesús vino por los enfermos, y fueron los “sanos” quienes le crucificaron.
marcotuliogentile@yahoo.com

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1 comentario:

  1. Anónimo7/8/14, 4:43

    Excelente articulo, no tiene desperdicio, los delincuentes son seres humanos al igual que todos nosotros, lastima que estén en posesión del maligno

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